
Cuando me las gané, quedé con una amiga para que me acompañe. Hablé con ella el día anterior y me dijo que no podría ir. Entonces empecé a buscar opciones, antes de animarme por ir sola. Pensé en alguna de las chicas de la oficina, pero nadie había escuchado sobre la película y tenían cosas qué hacer. Sólo una de ellas, con la que tengo más confianza, me dijo que había visto los avances y que le parecía mostra, pero tampoco podía. Los amigos en los que pensé (entre ellos mi causita) tienen novias celosas, pensé en mi otro mejor amigo , pero la última vez que nos vimos seguía con la actitud algo complicada y preferí que esta vez no.
Obviamente, quería evitar llamar al colega. Después de esas peliculitas en su casa y de mi nefasto comportamiento. Osea, la hice malaza y corría el riesgo de que se hubiera ofendido. No tenía muy claro como estaba el asunto. Entonces, invitarlo al cine era como “chuntarla” o quedar descartada completamente con esa cuestión. Me moría de nervios.
Además, era una comedia romántica ¿cómo le iba a decir que me acompañe a ver una película romántica? Me parecía pésimo.
Pero uno siempre tiene 15 minutos de coraje y/o estupidez. Decidí arriesgarme. Finalmente, así sabría más rápido cómo era la nuez. Mandé un correo, como quien no quiere la cosa. El intermedio total. Super buena onda, explicándole cómo había obtenido las entradas, en el papel de la pobre niña que no tiene quien la acompañe, animándolo con la trama de la pela, y claro con su despedida coquetona sobre un mensaje de texto que me había enviado. Nuevamente, ni tan tan, ni muy muy.
Respondió a los cinco minutos. Uffff…. Por lo menos no me quiere aventar de un puente. Eso es bastante. Aceptó, escueto, pero aceptó. Es un chico de pocas palabras. Vale!
Nos encontramos en el cine. Llegó el momento del saludo. ¿lo beso o no lo beso? Qué stress! Ya pues, si estaba en una situación así ¿había que hacerlo bien, no? Lo besé. Me besó. Mientras hacíamos la cola estábamos conversando de nuestro día en el trabajo, algo del almuerzo de reencuentro y huevadas (qué divertido es hablar huevadas, no creen?). Entramos y fue uno de los niños más buenos con el que he ido al cine jamás. Hasta me atrevería a decir que estaba nervioso. Nos cogimos de la mano casi al final, con estos floros del aire acondicionado.

El colega resultaba ser una caja de sorpresas, bastante agradables debo decir. Se hizo tarde, me dejó en la puerta de mi casa. Nos despedimos con el típico “hablamos” y se fue.
Al entrar a mi casa, no sabía que pensar. Me sentía aliviada por un lado, pero lo seguía sintiendo distante. Entonces pensé que tal vez se había sentido comprometido con mi invitación y que estuvo tratando de hacerme sentir bien. Mmmm… yo no necesitaba eso, no si no era cierto. Hubiera preferido que sea completamente franco. Pero tampoco era el momento para hablar tan claro. Recién estaba observando y decidí esperar más, a ver cómo se seguían dando las cosas… después de todo, es un asunto delicado.
4 comentarios:
¡Por favor, dale tiempo!
Posiblemente nunca te hubiera ni rozado el dedo si tú no hubieras hecho nada.
Yo también estoy en las mismas, no quiero cagarla, pero... el culantro es bueno, pero no tanto...
Este suspenso puede ser muy emocionante, pero también estresante. Lo importante aquí es, ¿qué quieres tú? ¿Te gusta en verdad como para estar o aún quieres salir más? Si es esto último no te estreses, todo caerá x su propio peso. Suerte!
Yo creo que mejor es darle tiempo. Creo que el suspenso es la forma como tenía que darse. Todo pasa por algo.
Lo del culantro si no lo entendí. Ilústreme Raúl, actúo o no?
1) Nunca dar puntada sin hilo, ni patada sin zapato. Por otro lado, déjalo recuperar el aliento y ya cuando sientas que has estabilizado, saca las garras.
2)Lo del culantro es solo por mi parte, para que sepas que los del otro planeta somos algo inseguros, sobretodo cuando sólo tenemos Nike para patear.
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