miércoles, octubre 04, 2006

No soy machista, pero….


No puedo dejar de reconocer lo importante que es contar con apoyo masculino en momentos de emergencia.

Hace algún tiempo uno de mis mejores amigos anda literalmente perdido en el espacio. Sin querer se involucró en un triángulo amoroso completamente destructivo. Las dos señoritas en cuestión resultaron de lo más manipuladoras e inseguras. Considerando que mi pata, tampoco tiene mucha determinación para muchas cosas, no sorprende que se haya mantenido casi seis meses tratando de complacer a ambas para “no hacerlas sentir mal”.

Debo confesar que no soy ninguna puritana, pero si creo que las personas debemos ser conscientes de los “jueguitos” en los que estamos metidos. Obviamente, ambas chicas conocían de la existencia de la otra y ambas también creían que serían las elegidas sobre “la competencia”, pero mi pata les estaba “dibujando pajaritos en el aire”, en base a sus silencios.

El último sábado nos íbamos a tomar un café, junto a otro amigo más, para “ponernos al día” sobre nuestras vidas y, lamentablemente, en la suya nada había cambiado. Para colmo de males este compañero extra nos dejó plantados por problemas conyugales, justo cuando yo quería evitar pasar esa tarde a solas con él.

Por obvias razones, su reincidencia me hizo perder la paciencia. En pleno café inicié mi discurso reivindicatorio de su dignidad, porque las otras señoritas ya la perdieron, y poco a poco se fueron acalorando la intensidad de mis palabras. Procuré no perder el control y ser lo suficientemente precisa y convincente para lograr que mi pata reaccionara adecuadamente. Hasta que algo interrumpió toda mi concentración.

Después de una hora en dicho café, desde el cual recibí un par de llamadas telefónica y efectué algunas más para contactar al gran ausente, me habían robado el celular. Para mi triste realidad, el celular estaba dentro de la cartera, que contenía absolutamente todos mis documentos y unos cuantos soles, nada de consideración; solo que los autores del delito prefirieron asignarse el paquete completo.

¿Cómo fue? No lo recuerdo. Aprovecharon algún descuido en mi acalorada conversación, ya que en todo momento estaba pendiente de su existencia. Estamos en Lima, esas cosas suelen suceder. Además estaba confiada de que la dichosa cartera se encontraba también dentro del espectro visual de mi acompañante. Craso error!!! No porque no se pudiera ver, sino porque mi amigo se encuentra tan absorto en sus cavilaciones que ya casi no tiene conciencia de la realidad.

En fin, ambos nos descuidamos; sin embargo lo peor vino después. Cuando noté la ausencia de la cartera, precisamente cuando se requieren acciones inmediatas y precisas, mi pata tan solo atinó a continuar sentado, taparse el rostro con las manos y preguntarse ¿en qué momento pasó?
Perdón???

De pronto, el niño estaba más nervioso que yo, la principal perjudicada: había perdido todos mis objetos personales y me había dado cuenta de que la compañía de mi pata no me ofrece ninguna seguridad.

Tuve que indicarle, paso por paso, qué cosa debía hacer:
1.- pagar la cuenta (por alguna razón se quedó conversando con el administrador como si los establecimientos públicos se responsabilizaran por este tipo de incidentes)
2.- prestarme un sol, para llamar a mi celular en caso aún lo tuvieran encendido y quisieran alguna “recompensa” (obviamente, a mi “pata” no se le ocurrió prestarme el suyo)
3.- preguntar a los vigilantes de la puerta si es que habían visto a alguna persona sospechosa o que nos pudiera ayudar con su descripción.
4.- pedirle que me dejara en casa de mi novio, que vive a pocas cuadras del lugar, porque ya me había dado cuenta de que su compañía en ese momento no me ayudaba en absoluto.
5.- sugerirle que regresara al café y volviera a preguntar si es que alguien había visto algo.

El pobre estaba tan desconectado que me dijo: “ok, y luego a donde te llamo?”. Como si después de ocho años de conocernos no sabía que tengo un teléfono fijo en casa al que llama siempre a pesar de que toda la vida le digo que soy más ubicable en el celular.

No fue sino hasta que estuve en casa de mi novio, que encontré el apoyo que buscaba: me averiguó los teléfonos para bloquear mis tarjetas, me prestó su teléfono, me dio la tranquilidad necesaria y me acompañó a la comisaría a sentar la denuncia.

Yo me pregunto: “Es tan difícil instalar el chip de “reacción adecuada en momentos de emergencia” en algunas personas?

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