jueves, diciembre 28, 2006

El dilema del año nuevo

Creo que con el post anterior quedó claro que no soy muy adepta a las celebraciones tradicionales ni mucho menos, sin embargo el año nuevo si tiene cierta importancia, algo esotérica, para mí.



A mis 26 puedo decir que he probado toda suerte de cábalas y/o menjunjes (si, leyeron bien, menjunjes) para recibirlo. Que si el baño de rosas, el calzón amarillo, el calzón rojo, las velas verdes y naranjas combinadas, las bolsitas con lentejas y arroz, (aún no intento aventarme arroz, gracias al todopoderoso), las oraciones con baños de leche y aguas benditas, floridas, de violeta y demás; sin olvidar por supuesto los famosísimos baños en champagne (cual politos mojados), doce uvas, vuelta a la manzana (con o sin maletas), entre otros.

Por lo general, trato de acompañar esas fechas con mi estado de ánimo. Así como suelo estar una semana “como en fiesta patronal” a la siguiente puedo estar sin ningún problema como monja de clausura. Algo así sucedió del 2003 en adelante. Pasé de una semana entera en Arica con una rutina maravillosa que era tomar sol, beber y dormir, y así sucesivamente, a encerarme durante cuatro días en una ceremonia casi religiosa, para luego mimetizarme en una juerga discotequera.

Una costumbre que no poseo es la planificación juerguística y/o añonuevística, si caben los términos. No soy de las que piensa con un mes de anticipación qué va a hacer, qué no, con quiénes, en qué lugar, y mucho menos, qué vamos a comer, qué me voy a poner, ni qué debo llevar para dormir. No es mi estilo. No porque sea desordenada, suelo ser bastante precavida, sino porque detesto el estrés. Prefiero contar con ciertos elementos y actitudes que sean adaptables a la situación. Bien “todo terreno”.

Otra de las cosas que no soporto son los gentíos: ir al mismo sitio al que todo mundo va, el día que todo mundo va, con la misma intención que el resto. Prefiero que ellos se peleen por entrar en ese pequeño espacio “tan adorable” y mientras no reparan en el gran terreno que dejan para mí, y para todos los que no andamos tan afanositos.

Una de mis mejores amigas, muy afanosa ella, estaba persiguiéndome desde hace un mes para un dichoso viaje a Máncora, que Dios mediante podré cumplir en una semana por motivos de chamba, pero entonces no me animaba de ninguna manera. Ahora solo espero no encontrar el balneario destrozado por los estragos añonueveros.

En fin, el hecho es que hasta hace un par de días no tenía la más remota idea de qué sería de mi el dichoso 31, hasta ayer tenía una vaga probabilidad y recién hace unas horas decidí por fin qué hacer.

En algún momento se me ocurrió que podría hacer algo diferente, algo que no haya hecho jamás, pero no tenía en mente una idea muy clara de que sería. Por cuestiones del destino, probablemente si tenga la combinación de la novedad total, ya veremos.

Por lo pronto lo que más me preocupa es llegar a la feria de los deseos, esta vez con su corriente amazónica, a ver qué me depara el 2007. El año pasado los chamanes altiplánicos le atinaron a todititito, así que probaremos una vez más.

Feliz año nuevo!!!!

martes, diciembre 19, 2006

Casi el grinch

Para estar acorde con las fechas debo escribir mi post-queja navideño. Supongo que todos hemos experimentado un cambio con respecto a la navidad con el correr de los años. He aquí mi historia.

Cuando era pequeña adoraba la navidad, como todos los niños supongo. Escribía mi cartita para Papa Noel, previa cita a mi libreta de notas que siempre apestaba a primeros puestos (afortunadamente con los años me libre de la asociación de las cualidades personales con las escalas numéricas) y la dejaba debajo del árbol con la esperanza de que cumpliera mi lista de casi 20 items (ilusa yo).

Para bien o para mal, mis papá noeles nunca se portaron mal. Cumplían por lo menos el 60% de la lista siempre con los regalos top. Mala costumbre de niña de clase media que cambió al llegar la adolescencia. No solo por cuestiones macroeconómicas sino también por la rebeldía propia de mi edad. Así se acabaron las reuniones familiares, los intercambios de regalos y los engreimientos.

Por otro lado, siempre aluciné la reunión en casa de mis abuelos, al más puro estilo de Todinno “cuánta pasa, cuánta fruta”, pero disponía de los protagonistas. Dos de ellos fallecieron antes de que yo naciera y de los dos disponibles, la abuela no era muy expresiva, por lo que no existían tales reuniones, y el abuelo estaba peleado con mi mamá.

De pronto, las celebraciones navideñas se convertían en un espacio de confluencia de cinco tipos de estrés, que la mayoría de veces terminaba en cena-fuga. Porque en nuestro imaginario colectivo la navidad era sinónimo de tres cosas: regalos, familia y cena. Por azahares del destino, lo único inamovible y realmente tradicional en mi casa era la comida.

Hoy en día, ya adulta y en edad de crear mis propias tradiciones asumo una actitud mucho más relajada. Cualquiera diría que como publicista debería asociar por default esta y todas las otras fiestas “familiares” con el consumo. Pero, muy por el contrario, no soy de las que hace compras navideñas, ni por el día de la madre, padre, niño y cuanto invento de celebración existe. En realidad mi vida es algo más sencilla.

La primera respuesta es muy simple: es imposible hacer compras en esas fechas. Todo está más lleno, más caro, más insoportable. Parece que nadie supiera que la primera semana de enero, o la última de noviembre, buscar regalos es mucho menos complicado y hasta más saludable. La segunda: no estoy de acuerdo con “tener” que dar regalos. Definitivamente, me encanta dar regalos, sin embargo creo que son cosas que pueden nacer en cualquier momento.

En estas fechas me parece más importante un abrazo sincero y reales buenos deseos. No creo que haya esperar un solo día para dar gracias, ni para recordarle a tu gente que la quieres.

Feliz Navidad!

lunes, diciembre 04, 2006

Si lo hubiera sabido antes...

Mi autoestima nunca fue de las mejores. Desde muy pequeña, tanto en el colegio como en mi casa, los “adorables” niños que me rodeaban nunca se cansaron de repetirme que no era precisamente la más bonita de las niñas.

Cuando pasé a secundaria, no se me ocurrió mejor idea que hacerme amiga de la chica con la cintura más pequeña del mundo (puedo estar exagerando, pero así lo percibía entonces), por lo que la mayoría de las veces ella era la que atraía todas las miradas del sexo opuesto.

Nunca tuve mucho éxito con los chicos. De hecho, siempre me ilusioné con aquel que no me correspondía en absoluto, simplemente no entraba en sus espectros de acción, y cuando le gustaba a alguien, lamentablemente esta persona no me gustaba. Entonces pensé que tal vez me fijaba en los más bonitos y que ellos no eran para mí.

Llegada mi adolescencia, mi cuerpo empezó a cambiar y desarrollé atributos que llamaban la atención de varios mortales, pero igual me sentía fea, si es que no gorda. El drama se mantuvo durante todos mis años universitarios. A pesar de tener enamorado, con el cual duré más de tres años, justificaba nuestra relación en base al cariño, pero no precisamente a mi belleza y/o atractivo.

Recuerdo que también recibía comentarios en la calle, que iban desde el más galante de los piropos hasta la más vulgar de las groserías, pero igual mi interpretación al respecto no sobrepasaba el “solo ven un par de pechos, ni siquiera soy simpática”. Sin embargo, de un tiempo a esta parte empecé a descubrir que lo que yo pensaba de mí entonces, no era tan cierto.

Hace algunos meses empecé a reencontrarme con compañeros de mis años universitarios y en medio de algunas conversaciones saltaban las confesiones de ese primer escáner que aplican todos los hombres cuando conocen a una mujer. Para mi sorpresa, los resultados estaban un poco más altos de lo que planteaban mis expectativas.

Debo confesar que en algún momento sorprendí a alguno de “los guapos” mirándome, pero jamás se me ocurrió que pudieran hacerlo en serio. Es gracioso tener esa info ahora y no poder evitar pensar “si lo hubiera sabido antes”, “si me hubiera dado cuenta”. Creo que nunca tomé conciencia del momento en el que dejé de ser el patito feo, según ellos.

lunes, noviembre 20, 2006

¿Quién me entiende? De hecho, yo no.

Ayer cumplí dos meses con mi marinovio y nuevamente siento incertidumbre. A pesar de que todo va de maravilla, lo quiero mucho y se que él también me quiere, siento algo raro. Es probable que todas estas percepciones sean producto del tratamiento que estoy llevando por mi malestar. Las dichosas pastillas me tienen en otra y ya no se si soy yo la que habla o es mi otro yo bajo el efecto de los estupefacientes.

Sin lugar a dudas, esta es la relación más real que he tenido en mucho tiempo y ha sido una influencia positiva para mí: he mostrado mi lado cariñoso, tolerante, paciente y racional. El dice que es su efecto, yo creo también que encontró a una catártica decidida a darse una oportunidad.

Lo paradójico de esta relación es que en algunos momentos me da tanta libertad, la cual me encanta y siempre quise mantener, que a veces me deja sensación de indiferencia. No soy precisamente de las que hacen reclamos, y mucho menos dramas, pero de pronto siento la ausencia de algo y me veo tentada a reclamar. Es eso lo que me molesta, ya que según mi lado racional no falta y simplemente debería, como lo hace, fluir.

El fin de semana estuve conversando con mi ex - marinovio y en algún momento me dijo que soy “una personita que necesita mucha atención”. No se equivoca, me conoce. Según él, tarde o temprano desarrollaré necesidad. Por su parte, mi marinovio ve el amor desde una perspectiva más libre, precisamente sin necesidad, y de hecho estoy de acuerdo, de lo contrario no estaría con él, pero a veces pienso que somos demasiado racionales… ya demasiada madurez. No se si es bueno o es malo… pero es.

No puedo negar que estoy tranquila, contenta, feliz. Estoy con alguien que me tiene fascinada con su apertura de mente, con la libertad que me da, que me deja ser yo misma, a pesar de no ser necesariamente igual, y así me acepta y me respeta, y encima de todo me hace sonreír.

“No hay duda. Aparte de vampiro, eres un mago diferente. Convertiste Starbucks en un lugar agradable para mí y provocaste que un café moka me haga preguntar ¿te dije feliz mesario, amor?”

Tiempo al tiempo… la locura, como todo en la vida, también pasa.

lunes, noviembre 06, 2006

Un poco mucho asustada

El día que abrí este espacio, jamás imaginé que escribiría las líneas que vendrán a continuación.



Durante mucho tiempo, creí que lo más importante para alcanzar en la vida era el desarrollo profesional y el establecimiento emocional. Craso error!!! El ser humano es un animal sumamente olvidadizo, no cabe duda. Olvidé lo importante que es gozar de salud. Obviamente, nunca lo sentí como un logro, porque cuando estás sana la mayor parte del tiempo, simplemente lo das por hecho. No es ya una bendición, sino tan solo parte del status quo. Wrong again…

Hace dos semanas me empezaron unos dolores de cabeza terribles, que hasta ahora no tienen explicación médica determinante. Todo apuntaba a que sería migraña, y francamente la idea me tenía espantada. En primer lugar, porque mi calidad de vida se vería, o ya empezó a verse, seriamente afectada y en segundo, más aterrador aún, porque cada uno de los síntomas me hace pensar en tumores cerebrales, hemiplejías e inconsciencia. Supongo que hasta que no tenga un diagnóstico definitivo, me seguiré sintiendo así.

La primera pregunta que me hago es “qué me hice”. Según mi razonamiento, yo soy la causante de tanto malestar. Dicen que la migraña se origina por tensión. Desde un inicio descarté esa posibilidad, porque a pesar de haberme convertido recientemente en toda una workoholic, realmente lo disfrutaba. Creo que por estos días he trabajado bastante, pero nunca en un ambiente tan agradable.

El malestar empezó a preocuparme cuando el dolor fue cambiando de lugar y a adquirir nuevas manifestaciones. Un día empecé a tener hormigueos y sensación de adormecimiento en el lado derecho del rostro y luego de dos más, el dolor-hormigueo fue bajando a la pierna.

Hasta el momento ya se descartaron las cosas graves, tumor no es, pero definitivamente estos síntomas tampoco son para tomarse a la ligera. Afortunadamente cuento con el apoyo de muchos amigos, que están bastante pendientes de mí, pero la sensación de incertidumbre es realmente desesperante.

martes, octubre 17, 2006

Adicta al autosabotaje

Si hay algo de lo que reniego en ocasiones, es de mi irrenunciable condición de fémina. Con esto no quiero decir que no me sienta feliz y orgullosa de ser mujer. Sin embargo, luego de crecer rodeada de hombres y valores masculinos, toda mi ideosincracia, razonamiento e independencia se orientan hacia el comportamiento de un niño.

De allí que en ocasiones me sienta bastante ridícula cuando padezco de aquellos terribles males femeninos que, a mi entender, son bastante esotéricos. Cuántas veces te ha pasado despertar temprano por la mañana, mirarte al espejo y sentirte la peor mujer del mundo, la más fea, la más gorda, la más tonta, la que tiene el cabello menos dócil y manejable, en resumen, no te aguantas. Las mismas veces, te lo aseguro, esta visión propia no corresponde a la realidad.

Justo ese día, tu jefe te sorprende con alguna felicitación, tu novio con un detalle inesperado y el admirador, que nunca falta, con algún piropo simpático y coquetón. A pesar de todo ello, tú te sigues sintiendo un desastre. Crees que no lo mereces o que lo dicen porque te están viendo tan mal, como tú te ves, y están buscando alguna forma de subirte el ánimo.

Stop!!! Eso no lo hace nadie.
Darling!!! Todos tienen sus propios problemas y no van a dedicar más atención de lo necesaria a nada, ni nadie, que no lo merezca.

Otro de los tópicos recurrentes es “nadie me quiere” Ni tu madre, ni tu padre, ni tus hermanos, ni tus amigos, ni tu novio. Entonces? Por qué te dedican tanta atención cuando te sientes mal o por qué están pendientes, muy a su manera claro está, de todo lo que te sucede?

Algo así me pasó el fin de semana. Después de pasarla espectacular con mi casi novio, me volvieron las inseguridades. Que si no es, que si no soy, que si sus amigos, que si los míos, por qué no hace esto, por qué si hace lo otro, por qué yo hago tal cosa, por qué no hago aquella. Pero… si se lleva mejor con sus amigas, si no soy lo que espera. Oh no! ya lo asusté, o lo haré pronto. Justo ahora que ya no la quería volver a fregar.

Y así por el estilo, una total crisis sin sentido, a mi humilde entender. En ningún momento hubo nada distinto en el ámbito de lo real, ni por mi parte, ni por la suya. Todo era un rollo meramente perceptual, y encima distorsionado. Sin embargo, quién diablos me quitaba lo mal que me sentía. Media noche sin dormir, dándole vueltas a algo de lo que no tenía por qué preocuparme, por lo menos no ahora.

A eso súmale que era totalmente consciente de ello y que además de sentirme mal por mi crisis sin sentido, me sentía mal por el hecho de tenerla y no poder controlarla. Cómo me llega comportarme como una niñita!!!!

Mi amor dice que poseo una tendencia al auto sabotaje. Según él, cada vez que veo que las cosas están bien, pateo el tablero; porque no quiero confiar, porque no quiero perder el control, porque quiero dominarlo todo, todo el tiempo, porque no quiero abandonar mi egoísta status quo. Podría ser. Después de cinco años de relaciones efímeras: las cortas por cortas, las largas por inconsistentes; no es de extrañar que llegado a cierto punto no sepa manejar la situación.

Con respecto a lo otro, mi amor dice que es una coraza que adopto frente al mundo para hacerme la fuerte, la dura, la insensible, la independiente. Jelou! Mencioné que fui educada casi como Lady Oscar???

La consigna, obviamente, es ser cada vez mejor, por mi propio bien. Imagínate, no es saludable tener ese tipo de malestares cada dos semanas. Además sería interesante encontrar un equilibrio entre mi masculina femineidad. Seguimos trabajando.

viernes, octubre 06, 2006

Otra vez me quisieron cabecear

Justo cuando pensé que esas cosas no me volverían a suceder, me cancelaron de una sola la ilusión de la victoria.

Hasta hace dos meses tenía el dinámico ritmo de un trabajo a tiempo completo, dos a medio tiempo, una asesoría, el gimnasio y, de vez en cuando, salía con un simpático muchacho. En vista de que la vida no me alcanzaba, y considerando además otros factores, algunas cosas cambiaron: me quedé en el trabajo de tiempo completo, dejé uno de los trabajos a medio tiempo, el otro trabajo de medio tiempo lo convertí en cuarto de tiempo, sigo con el gimnasio -mi vicio- y ahora salgo de manera regular con un hombre adorable.

Precisamente el proceso de abandono de uno de los trabajos de medio tiempo es el que ahora me hace escribir estas líneas, producto de mi total indignación.

Este proyecto se inició hace varios meses, uno de mis clientes me recomendó ante esta señora que tenía un negocio que quería mejorar. La señora era todo un personaje. Una nueva rica, bien entrada en sus treinta y tantos, rubia y ojiverde con su plata, con unas bubis que parecían compraditas también y un look de lo más neoyorkino escandaloso: las botas de piel de cocodrilo, con cadenas en el taco, cinturones de hebillas enormes y casacas con pieles en el cuello.

Nuestras primeras impresiones fueron bastante buenas. A pesar de su inexperiencia en el tema, se le notaba abierta a las propuestas y a dejar trabajar a la gente que contrataba. Lo cual me proporcionaba cierta tranquilidad. Por mi parte, yo venía recomendada así que contaba con garantía de un buen trabajo. No puedo negar que en esa reunión, la señora dejo escapar algunos comentarios que dejaban muy en claro su condición de nueva rica sobretodo en cuanto a educación y cultura, pero bueno “nadie es perfecto” pensé.

El primer día de trabajo me encontré con otra sorpresita, que en realidad funcionaba más como explicación, conocí al esposo. Un general en retiro, por lo menos veinte años mayor que ella, con quien tenía un hijo de siete años aproximadamente. Este sujeto era nada más y nada menos que su segundo compromiso. No quiero ni imaginar como era el primer esposo. El asunto es que este señor aportaba todo el capital para implementar este negocio. Lo cual, a mi entender, se resuelve con un simple “el que puede, puede”.

Las primeras semanas fueron bastante buenas. Mucha comunicación, mucho trabajo, mucha colaboración. Me sentí muy cómoda y hasta le estaba cogiendo cierto cariño a la señora y a la empresa. Lamentablemente, poco a poco esta señora mostró dos debilidades importantes:
1.- metía a toda su familia en el negocio que el esposo le financiaba
2.- era muy influenciable por toda esta gente, que al igual que ella no tenían la más mínima preparación para dirigir una empresa.

Es que lo malo no es ser nuevo rico, lo malo es que los hermanos y familiares externos crean que ellos son ricos también. Entonces se empiezan a sentir los “dueños del fundo” y allí empiezan los problemas.

Justamente esto fue lo que sucedió. Al principio intentó que trabajara con un sobrino suyo que, sinceramente, conocía muy poco del asunto que veníamos a solucionar. Entonces preferí trabajar con mis propios contactos en busca siempre de un trabajo de calidad, y así fue. Obviamente, esto no le cayó muy bien. De pronto empezaron comentarios de que “muy caro”, “mucho tiempo”, entre otros argumentos sin razón.

Luego, mi decisión de recortar mis actividades que suponía una asesoría de menos horas de duración, con el respectivo ajuste de presupuesto a su favor, fue más que acertada. Le quité la oportunidad de decir, me cobras muy caro. Y así quedamos.

Cómo durante todos esos meses no tuvimos problemas, obvié ciertas formalidades con respecto a mis pagos. Nada grave, pero que en otra situación hubiera elaborado con minucioso cuidado. Incluso en esa segunda etapa, tampoco tuve problemas hasta que el proyecto llegó a su fin.

Mi labor terminaba con la supervisión de un evento y ese mismo día lleve mi dichoso recibo por honorarios. Era claro que no esperaba que me paguen ese día, pero estaba el documento listo para que lo pudieran programar.

Así pasaron dos semanas. Tiempo prudente para una programación. En una de mis llamadas me informaron que la señora estaba de viaje y que el responsable del pago era su hermano, encargado de la contabilidad. Entonces me comuniqué con él. Qué experiencia tan desagradable!

El hermano este no tuvo mejor idea que argumentar de la manera más prepotente “escasez de liquidez”. Si claro, justo con mi factura más pequeña, cuando ya casi no voy a esa oficina. No contento, cuando le pedí una fecha aproximada de pago me dijo “no sé” ¿Ah? Y para rematarla, sugirió que mi trabajo con ellos se debía que no estaban contentos. Nada que ver con la realidad. Como si fuera poco, no se le ocurrió una mejor forma de finalizar la conversación virtual, vía msm, que decir “tengo que trabajar”. El colmo!!!

Naturalmente, puse los puntos sobre las íes y dejé bien en claro qué cosa había sucedido. Además, luego de un simpático copy - paste le envié la conversación a la señora. La pobre, como era de esperarse, tuvo que acceder a dar una fecha de pago, sin embargo no descuidó la oportunidad para defender a su hermano. En fin, contra eso ya nada se puede hacer, pero en el fondo me da mucha pena que la hagan quedar tan mal.

Me sigo preguntando ¿Qué le pasó a este tipo por la cabeza cuando utilizó aquellos desatinados argumentos? ¿Quién cree que es? ¿Quién cree que soy? Definitivamente, la ubicaína debería venderse sin receta médica y como tratamiento preventivo.

miércoles, octubre 04, 2006

No soy machista, pero….


No puedo dejar de reconocer lo importante que es contar con apoyo masculino en momentos de emergencia.

Hace algún tiempo uno de mis mejores amigos anda literalmente perdido en el espacio. Sin querer se involucró en un triángulo amoroso completamente destructivo. Las dos señoritas en cuestión resultaron de lo más manipuladoras e inseguras. Considerando que mi pata, tampoco tiene mucha determinación para muchas cosas, no sorprende que se haya mantenido casi seis meses tratando de complacer a ambas para “no hacerlas sentir mal”.

Debo confesar que no soy ninguna puritana, pero si creo que las personas debemos ser conscientes de los “jueguitos” en los que estamos metidos. Obviamente, ambas chicas conocían de la existencia de la otra y ambas también creían que serían las elegidas sobre “la competencia”, pero mi pata les estaba “dibujando pajaritos en el aire”, en base a sus silencios.

El último sábado nos íbamos a tomar un café, junto a otro amigo más, para “ponernos al día” sobre nuestras vidas y, lamentablemente, en la suya nada había cambiado. Para colmo de males este compañero extra nos dejó plantados por problemas conyugales, justo cuando yo quería evitar pasar esa tarde a solas con él.

Por obvias razones, su reincidencia me hizo perder la paciencia. En pleno café inicié mi discurso reivindicatorio de su dignidad, porque las otras señoritas ya la perdieron, y poco a poco se fueron acalorando la intensidad de mis palabras. Procuré no perder el control y ser lo suficientemente precisa y convincente para lograr que mi pata reaccionara adecuadamente. Hasta que algo interrumpió toda mi concentración.

Después de una hora en dicho café, desde el cual recibí un par de llamadas telefónica y efectué algunas más para contactar al gran ausente, me habían robado el celular. Para mi triste realidad, el celular estaba dentro de la cartera, que contenía absolutamente todos mis documentos y unos cuantos soles, nada de consideración; solo que los autores del delito prefirieron asignarse el paquete completo.

¿Cómo fue? No lo recuerdo. Aprovecharon algún descuido en mi acalorada conversación, ya que en todo momento estaba pendiente de su existencia. Estamos en Lima, esas cosas suelen suceder. Además estaba confiada de que la dichosa cartera se encontraba también dentro del espectro visual de mi acompañante. Craso error!!! No porque no se pudiera ver, sino porque mi amigo se encuentra tan absorto en sus cavilaciones que ya casi no tiene conciencia de la realidad.

En fin, ambos nos descuidamos; sin embargo lo peor vino después. Cuando noté la ausencia de la cartera, precisamente cuando se requieren acciones inmediatas y precisas, mi pata tan solo atinó a continuar sentado, taparse el rostro con las manos y preguntarse ¿en qué momento pasó?
Perdón???

De pronto, el niño estaba más nervioso que yo, la principal perjudicada: había perdido todos mis objetos personales y me había dado cuenta de que la compañía de mi pata no me ofrece ninguna seguridad.

Tuve que indicarle, paso por paso, qué cosa debía hacer:
1.- pagar la cuenta (por alguna razón se quedó conversando con el administrador como si los establecimientos públicos se responsabilizaran por este tipo de incidentes)
2.- prestarme un sol, para llamar a mi celular en caso aún lo tuvieran encendido y quisieran alguna “recompensa” (obviamente, a mi “pata” no se le ocurrió prestarme el suyo)
3.- preguntar a los vigilantes de la puerta si es que habían visto a alguna persona sospechosa o que nos pudiera ayudar con su descripción.
4.- pedirle que me dejara en casa de mi novio, que vive a pocas cuadras del lugar, porque ya me había dado cuenta de que su compañía en ese momento no me ayudaba en absoluto.
5.- sugerirle que regresara al café y volviera a preguntar si es que alguien había visto algo.

El pobre estaba tan desconectado que me dijo: “ok, y luego a donde te llamo?”. Como si después de ocho años de conocernos no sabía que tengo un teléfono fijo en casa al que llama siempre a pesar de que toda la vida le digo que soy más ubicable en el celular.

No fue sino hasta que estuve en casa de mi novio, que encontré el apoyo que buscaba: me averiguó los teléfonos para bloquear mis tarjetas, me prestó su teléfono, me dio la tranquilidad necesaria y me acompañó a la comisaría a sentar la denuncia.

Yo me pregunto: “Es tan difícil instalar el chip de “reacción adecuada en momentos de emergencia” en algunas personas?

miércoles, setiembre 06, 2006

Marinovios proactivos


Siempre pensé que la pareja ideal, para mí, sería un chico super pilas, divertido, sociable, inteligente, trabajador, con sentido del humor, conciencia social y, sobretodo, bueno en su profesión. Hasta hoy, he salido con algunos marinovios que tenían en mayor o menor medida la mayoría de estas cualidades, pero nunca todas. La pareja ideal no existe, obviamente.


Cuando conocí a mi actual marinovio, encontré en él todas las cualidades de mi “ideal”, en diferentes proporciones, pero allí estaban. Incluso encontré una que no pedí, por pura resignación: no le gusta el fútbol. Todo esto sirvió para acercarnos como amigos y que en algún momento surgiera algo más. Sin embargo, hoy me enfrento al otro lado de la moneda: justo aquello que más me gustó, de pronto podría convertirse en una amenaza.

Él es un chico muy activo: estudia, trabaja y está involucrado en varios proyectos extras. En general es muy apasionado con su chamba, y eso me encanta. Pero últimamente sus actividades le están trayendo varios problemas y casi no tiene tiempo para mí.

Reconozco que yo también ando metida en mil cosas, termino muy tarde y muy cansada, pero a pesar de todo ello siempre tengo ilusión de, por lo menos, hablar con él. No dudo que él también quiera verme, lo conozco bastante bien, pero no puedo evitar sentirme afectada por esta situación.

Tal vez alguno dirá que no debería quejarme, porque así lo conocí; pero ningún extremo es saludable para nadie ¿verdad?

lunes, setiembre 04, 2006

Como moscas a la miel


¿No les ha pasado que cada vez que empiezan a salir con alguien, todos aquellos flirts, “amigos cariñosos”, ex-novios, compañeros de trabajo o amigos que nunca te dan bola, misteriosamente te empiezan a llamar, invitar cafecitos y saliditas de fin de semana?

Pues, a decir verdad, estoy convencida de que los hombres poseen un radar para apuntar, efectivamente y de inmediato, a esa presa que está “en peligro de perderse”.

¿Cómo se origina? ¿Cómo se enteran?
Es probable que ellos también tengan un sexto sentido que les indica cuando ya no nos interesan y, ¡oh sorpresa!, en ese instantáneo momento se empiezan a interesar.

Obviamente, este cruce de intereses genera una reacción completamente negativa por nuestra parte. Sumado a la abrupta aparición que interrumpe la concentración en nuestro nuevo interés, tenemos ese espíritu revanchista “no será cuando tú quieras”.

Así, solo se confirma aquella premisa de que a los hombres les gusta el maltrato, porque cuando los tratas bien empiezan a creer que pueden hacer lo que quieran contigo. ¡Y no pues!

Entonces continúan una secuencia de intentos fallidos con desastrosos resultados para ambos. Lo que empieza con llamadas no contestadas o mensajes sutiles de “estoy ocupada” podrían terminar en “no me molestes más!” u “ocúpate de tus propios asuntos!”

De allí tal vez se origina el que ellos consideren que “nosotras estamos locas”. ¡Pero no es así! Lo que realmente sucede es que su instinto funciona sin que ellos sean conscientes.

En otras palabras, ellos no saben de nuestro nuevo interés, si se lo decimos sutilmente, no lo entienden, si lo hacemos literal, lo minimizan. Por ello, tampoco entienden la razón de nuestra molestia o nuestro hastío. Conclusión “ellos son brutos” (tema que daría lugar a otro post, o varios).

¿Cómo es posible que siempre estemos cruzados, hombres y mujeres, con nuestros intereses sentimentales?

jueves, agosto 31, 2006

¿Great Place to Work?


Una de las cosas que aún no termino de entender es porque, en la actualidad, luchar por vivir bien te quita precisamente tiempo para ello.

Cuando estaba en la universidad, tenía todo el tiempo del mundo, o por lo menos más que ahora, pero no tenía dinero. En cambio, hoy que trabajo y tengo algo en el bolsillo para hacer lo que me gusta, no tengo tiempo. Y si por allí me hago de un espacio libre, inmediatamente el trabajo se encargará de ocuparlo.

Recordar a aquella amiga que trabajaba de 7am a 1am y que ahora no quiere saber nada de su profesión; o a aquel otro amigo que hoy está en Jaén y no sabe cuándo va a regresar, y que ya perdió el curso para su titulación; o a aquel otro que recibe llamadas a las 3am para seguir a tal o cual persona; o a aquel que estudió conmigo en la universidad y ahora patea latas, en el mejor de los casos es cajero de un banco; o a mí misma que perdí tres ciclos de inglés también por un viaje originado por falta de planeación; me escarapela el cuerpo.

En esas circunstancias, no sorprende que en menos de un año haya trabajado en cuatro lugares distintos en busca del ansiado “great place to work” (GPTW)

¿Les suena idealista?
Lo sé, pero una buena parte de mí también lo es.

En este proceso me he encontrado todo tipo de jefes y compañeros: los sensibles a los que no se les puede decir nada sin que sientan vulnerada su autoridad, los definitivamente ineptos, los engreídos que no pueden escuchar una buena propuesta sin creer que se les quiere serruchar el piso y las envidiosas saboteadoras (coloco género femenino, porque esas son las peores).

Todos con sus frases célebres “no puedes venir a decirme cómo debo hacer las cosas”, “quién te crees que eres”, “quedarse todos los días de 8am a 10pm demuestra tu compromiso con la empresa”, “te vas a las seis, ¿estás desmotivada?”, “esto tiene que estar para ayer” (para que luego duerma durante días en su escritorio),etc.

Todos con sus grandes ideas que se gestan a partir de la hora de salida, como si su reloj mental activara sus cerebros cuando uno lo está desconectando para irse a estudiar, al gimnasio, al cine o a rascarse la panza en su casa (con todo el derecho del mundo).

Por otro lado, no puedo olvidar al trabajador promedio. Aquel que por necesidad, costumbre o flojera de entrar en conflicto (estos son los que me estresan completamente), le sigue la corriente a esta horda de explotadores que no toma conciencia de que la oficina no es un fundo y que contratar personas no es comprar vidas.

Este drama es como la historia del huevo y la gallina. ¿Quién fue primero? No lo sé, pero día a día hacen crecer la bola de nieve a escalas enormes y cada vez se hace más difícil encontrar un poco de dignidad en la oficina.

¿A que viene todo esto?

Simple. Hace poco menos de un mes, empecé a laborar en una linda oficina cerca de mi casa y aunque dentro de todo se respira “buen ambiente” aún me encuentro analizando si este lugar encaja conmigo y si yo encajo en él, o sea si es mi GPTW. Es que después de tantas desilusiones me he vuelto más bien reacia a confiar en las virtudes y/o ventajas de las nuevas experiencias.

Como siempre, el tiempo tendrá la última palabra.

domingo, agosto 27, 2006

Cerramos el wawawasi... ¿o no?


A propósito de la historia de "el primo" vino a mi mente otro de mis karmas románticos: encontrarme ultimamente envuelta en "relaciones" con chicos más jóvenes.

Parece que el inicio de las versiones de "mayor que yo", en el ares figuran hasta seis, definitivamente marcaron algo en los astros que rigen mi "destino" (sea lo que sea que esto signifique).

Después de que este atrevido jovencito de 23 años manifestara algún tipo de interés, a los tres meses apareció uno de 21, con quién también hubo una historia trunca, y luego de tres meses más, lo más escandaloso, un chico de 19. Plop!

¿Cómo lo hace? ¿Cuál es el negocio?
Sinceramente, no lo sé. Incluso admito que es urgente ubicar cómo es que se genera el interés, para ver si se puede evitar de alguna manera.

En lo personal, reconozco que a veces salir con gente de mi edad me resulta aburrido, tanto hombres como mujeres. Los mismos temas, la misma rutina, sentados bebiendo en alguna casa o pub, hablando de la misma gente.

Por eso comencé a salir con mi prima de 18 años y era definitivamente otra cosa. Más pilas, más desenvuelta, más libre. Poco a poco me fue presentando a sus amigos, algunos de su edad, la mayoría mayores. Los cuáles siempre me preguntaban ¿Qué estudias?.

Al principio me parecía simpático. A qué mujer no se le eleva el ego cuando le dicen "pareces de 22 o 20 años" cuando en realidad tienes varios más. Pero creo que de hecho, una no se imagina estableciendo una relación con tantas diferencias. Tal vez al principio no se noten, pero tarde o temprano lo harán.

Sin embargo, uno de estos jovencitos, el de 21, definitivamente me movió el piso. A pesar de aquella historia trunca, aún somos amigos y eso es demasiada tentación.

Amigo de un amigo de otro amigo. Así lo conocí. Varias salidas en grupo nos acercaron y el chat madrugador, siempre la tecnología de por medio, nos hizo descubrir que teníamos muchas cosas en común. La verdad es que me hacía recordar a mí cuando tenía su edad.

Asumí el papel de la hermana mayor y me interesé por aconsejarlo en todo lo que podía. Tal vez compartir información que a mi me hubiera sido de gran utilidad en el momento en el que él se encuentra. Es un chico con muchos proyectos e intereses y eso me resulta absolutamente estimulante.

Todo cambió cuando en una de nuestras salidas me dijo que quería salir conmigo en otro plan. Sinceramente me cogió de sorpresa. Aún así decidí procesar el asunto, pero se enfrió pronto. Al poco tiempo retomamos contacto como amigos y poco a poco nos re-involucramos en nuestras actividades compartidas. Obviamente, solo desde el chat.

Hace dos semanas, por uno de estos proyectos, nos volvimos a ver. Y aunque al principio traté exclusivamente nuestra agenda, no pude evitar tomar conciencia de que aún me seguía pareciendo muy interesante.

Ahora, esto me pone en una encrucijada tremenda, porque me obliga a enfrentar nuevamente la lucha con mis propios reparos y, como es común en estos casos, no tengo nada claro en absoluto.

Se aceptan sugerencias.

lunes, agosto 21, 2006

Esos reencuentros familiares

Sábado de diciembre, siete de la noche. Salía de la peluquería, con cepillado, manicure, pedicure, tarde de sauna, maquillaje, y todo el ritual que supone alistarse para un matrimonio.

Para variar, la sesión tomó más tiempo del necesario y llegué tarde a la ceremonia. Entonces solo quedaba terminar adecuadamente el proceso y aparecer en la fiesta.

Gracias a mi retraso, llegué sola. Así debía darle el encuentro a toda la familia que ya se encontraba celebrando el dichoso 50 aniversario de bodas. "Tanto rollo para qué" pensé. A fin de cuentas, no había nada interesante en el lugar.

De pronto, divisé entre la multitud una espalda conocida. Era mi sobrino de 22 años, enternadito, con aire de niño travieso y con una cerveza en la mano. Entonces recordé que un año atrás lo encontré también en otra reunión familiar después de casi 14 años. El gordito antipático que no me dejaba jugar en paz, ahora estaba bastante "fuertecito".

"Bueno, reconocer al César lo del César no me parece ningún pecado y, por último, opinar sobre el menú no implica ordenar el plato", pensé también.

Varias horas de baile nos permitieron conversar lo suficiente para ponernos al corriente de nuestras vidas y de las de sus padres, mis primos. Cuando tomé conciencia del tiempo que había pasado, eran casi las cinco de la mañana.

Las copas habían surtido efecto en él y empezó a decirme que aquella vez, cuando me vió el año anterior, se quedó con ganas de darme un beso. Así de lanza, sin anestecia :S Incluso afirmó que él sabía que yo también quería, que lo había visto en mi mirada. Válgame Dios!!! Qué insolencia!!!

Enfurecí completamente, pero sonreía mientras trataba de encontrar la manera de "responderle". Obviamente no me iba a comportar como una nena cucufata, ni le iba a recitar las mil y un razones por las cuales su floro era una roca completa, ni mucho menos a hacer un escándalo.

Decidí darle de su propia medicina. Beso quiere, beso tendrá. Lo besé. El movimiento preciso, en el momento preciso, con la discreción precisa. Fue completamente estratégico. Luego, ante su estupor, me fui del lugar.

A la mañana siguiente, estaba bastante avergonzada pero en el fondo satisfecha porque supuestamente le había dado una lección... hasta que sonó el teléfono. No fue una, ni dos, sino innumerables llamadas repartidas durante la semana. Ante tanta insistencia decidí contestar, sobretodo porque estaba a punto de salir de la ciudad y no se daría la oportunidad de volver a vernos a corto plazo. Esta vez si iba dispuesta a recitar las mil y un razones.

Otra vez falló la estrategia. Durante todo mi viaje tenía llamadas, mensajitos, chat, hasta amenazó con aparecerse en la simpática provincia. El tiro me salió por la culata, completamente.

A mi regreso, luego de casi un mes, apareció en mi casa con el pretexto de otra reunión familiar y, bueno, cómo me sentía excesivamente culpable empezamos a vernos algo más seguido.

Mi siguiente estrategia fue: "haré que me deteste". Wrong again! Eso alimentó su masoquista interés. Socorro!!! ¿Cómo resolvía el asunto? Osea, una cosa es opinar que el chico haya crecido bonito y otra muy distinta que saliera de la manito con él. Era impensable!

Opté por tomar distancia y parecía que había funcionado. El muchacho había entendido el mensaje. Ya sólo me lo encontraba en el chat, pero siempre salían sus comentarios "coquetos", por decir lo menos: "Cuándo nos vemos", "Qué guapa sales en la foto", "¿me extrañas?", entre otros. Yo no respondía.

Lo más sinverguenza del asunto es que sus comentarios continuaron hasta hace pocas semanas, que descubrí por esos azares del destino que el niño había embarazado a una jovencita de 19 años y que en tres meses (saquen su cuenta) se estrena como papá.

Esteeeeeeeeee.... ¿Qué hubiera pasado si me creía toda ese floro barato?
Dos opciones: o me ponían unos cuernos impresionantes o terminaba yo con mi "regalito", incesto de por medio.

Uffff... que afortunada me siento de tomar siempre en cuenta aquel, tal vez cruel pero muy cierto, refrán...

"Piensa mal y acertarás".

viernes, agosto 18, 2006

Ahora resulta que no soy el amor de su vida


Y no es que me ofenda mucho, de verdad. Sólo que después de tanto tiempo, y de tantas cosas, nunca pensé que nuestra relación terminara como terminó.

La historia se remonta al lejano 1997, donde dos jovencitos se conocieron en la universidad (vaya, que novedad!) y a fuerza de mucha persistencia de aquel simpático muchacho, mayor que yo por tan solo dos meses, fuimos enamorados (es que entonces yo andaba en otra onda).

Mentiría si digo que no fui feliz. De hecho me enamoré hasta los huesos. Así como se suele enamorar una cuando tiene 17 años. Al principio fue dificil: mi hiperactividad lo estresaba. "Estoy cansado de ser un punto más en tu agenda!", dijo una vez, y fue suficiente para que empezara a tomar conciencia de qué cosa era tener una relación, sobretodo cuando ya teníamos siete meses juntos.

A partir de allí, para bien o para mal, se convirtió en mi centro, mi vida, mi pasión, mi todo. Sin que eso signifique que hubiera abandonado todo lo demás, pero él era la "primerísima prioridad uno". Se lo había ganado. Nunca me sentí tan querida, debo admitirlo.

Así pasaron tres años, en los que se mantuvieron las tensiones iniciales. Él siempre reclamando atención, yo siempre procurando mi espacio, con peleas, rompimientos pasajeros y, por supuesto, reconciliaciones. En ese lapso supo ser el mejor apoyo y la más dificil traba, pero ¿no sucede eso con la gente que se ama?.

El hecho es que hoy apareció en el messenger después de dos años. Yo supongo que en el intervalo me bloqueó o algo así. Nuestra historia no terminó bien, y aunque eso no tuvo nada que ver con los tres años que mencioné, definitivamente influyó en lo que somos ahora.

De pronto colocó la dirección de su blog como nick, y yo la visité, como era de esperarse. Encontré artículos bastante predecibles sobre música y algunos temas de actualidad. Si pues, lo conozco lo suficiente para saber sobre qué podría escribir (y supongo que él también), y luego de una ligera revisión encontré un post que titulaba "te quiero", que tenía como imagen el escudo del equipo de fútbol del cual es hincha, con un texto que decía así:

"Si me preguntas a qué o quién le has dedicado más afecto, pasión y sentimiento (excluyendo a la familia que es tu sangre y por tanto juega con ventaja), la respuesta es una sola. Por eso es que, en momentos en que aún no conozco a la mujer que ocupe ese lugar, no tengo ambajes en señalar que es "el amor de mi vida"."

Ploooooooooooooooooooooooooooop!!!!!!!
¿Es posible que un hombre de 26 años escriba algo así?
En fin.

Es claro que a estas alturas de mi vida, no se generó una herida profunda, pero si una gran incógnita. ¿Si tu primera relación de verdad no es el amor de tu vida, entonces cuál es?.

Osea, yo podría ennoviarme y casarme ahora con un hombre espectacular, pero no estoy segura si sería el hombre de mi vida. A esta edad no es posible dedicar tanto tiempo y, sobre todo, tener la experiencia de crecer juntos, como para involucrarse a ese nivel con una persona.

Es probable que también sea una cuestión de ego. En mis palabras, Él es "el novio" y al parecer yo no entro en esa categoría para él. Aunque tampoco es tiempo para preguntar ¿no?.

De todas formas, aquel hallazgo vespertino hizo algo productivo el día de hoy. Fue motivo para volver a compartir algunas líneas en la red y retomar este espacio que tenía mucho tiempo abandonado.

Gracias amor.

miércoles, abril 05, 2006

En campaña

Nuevamente desempleada. Y esto resume muy bien la situación de inestabilidad laboral del país. Sobretodo para los que no nos adaptamos al sistema de trabajo de 14 horas diarias. Afortunadamente, no hay daños que lamentar. Es decir, soltera sin hijos, sin grandes deudas. Es algo que se puede solucionar, sino con la dichosa carrera que la señorita eligió estudiar, con algún otro oficio (de los buenos, no sean malpensados).

Desde hace un mes, en el que veía cercana la posibilidad que se concretó a principios de abril tenía también en mente un tema relacionado: las dichosas elecciones. Me acercaba (me sigo acercando) a un incierto nueve de abril en el que las decisiones de una mayoría van a afectar otra vez, y ahora de forma más directa, mi futuro.

Mis inclinaciones políticas son claras. Hace un mes ya tenía mi candidata (como buena feminista, votaría por una mujer -preparada por supuesto), pero conforme el día "D" se acerca, la cosa se pone más interesante. Y conversando con dos de mis "novios" me vi en una dificil decisión.

Por un lado, fulano (más quemado que nunca) inició su campaña por rehusarnos al "voto perdido" y ejercer con toda libertad nuestro derecho/deber democrático (es necesario mencionar que aquel griego término tiene para mí aún muchos vacíos de definición). Según él, de esta manera podríamos romper con aquella triste historia que ha llevado a nuestra nación durante años a votar por el "menos malo" (y en algunos sectores por "el más conveniente").

¿Romántico, no?

Por el otro, mengano (completamente parametrado en su onda de "master of the universe") siente sobre sus hombros la responsabilidad de no sólo votar por él mismo, sino también por esa mayoría que de verdad no puede ejercer un voto consciente (sabe Dios que significa esto en realidad).

Si bien la segunda propuesta, a primera vista cuestiona toda noción de igualdad (implícita en una de las interpretaciones del término "democracia") no está tan alejada de la realidad.

Seamos sensatos, por obra y gracia del señor algunos tuvimos la oportunidad de culminar una carrera universitaria. Porque nacimos en una ciudad donde había universidades, porque aprendimos a leer durante la niñez, porque no tuvimos que trabajar entonces para alimentar a nuestros hermanos, o porque no teníamos a un militar y/o terruco cerca de nuestro pueblo que podía matar en cualquier momento a nuestros padres (incluyendo todos los daños psicológicos que ello conlleva).

Pero alguien me puede decir ¿que pasa con todos aquellos que no tuvieron esa confluencia de factores?

Entonces, ahora me veo con que "debería" de apoyar a otra candidata, porque afortunadamente tengo memoria 1985-1990. Y ahora me pregunto ¿y los que no?

Peor aún, ¿qué pasa con aquellos que no encontraron un libro donde se "detallen" las hazañas del gobierno militar?