sábado, marzo 24, 2007

Identidades (parte 1)

Este ciclo de inglés ha sido particularmente conflictivo, no tanto por la gramática, sino por los contenidos, para ser específica: por los tópicos.

MODULE 5: MAKING PLANS
Mi crisis existencial se inició cuando me dejaron por tarea “write about your plans and ambitions”. Ah? Y eso como se come? Cómo se le puede preguntar algo así a alguien que voluntariamente decidió no volver a hacer planes nunca más.


Esa idea me estuvo atormentando varios días. Yo solía tener planes, pero me destruían mucho. Solía ser una nazi conmigo misma. Nunca nadie me torturó tanto. Si no cumplía uno de aquellos detallados puntos en la agenda, que iban desde levantarme temprano y tomar leche en el desayuno, hasta conseguir esa carta de recomendación de mi jefe para aplicar a aquella beca en España, que la empresa financiaba.

Eso sin contar la presión familiar. Nunca entendí de qué me servía ser la niña “perfecta”, esa que se empeñaron en formar y a la que luego, cuando lograba algo, le destrozaban el universo con un par de certeras bombas psicológicas. Si claro, siempre pude devolver el golpe, digamos que mi cerebro funcionaba aparte, pero ¿cómo se hace para que el puñal atravesado no se quede en el vientre de un adolescente?

Hiciera lo que hiciera, siempre estaría mal. Incluso cuando me iba bien. Recuerdo que cuando me contrataron, luego de mis prácticas y pase a ganar el triple de mi sueldo mi padre en lugar de felicitarme, dijo “es que a ti la vida se te presenta fácil”.

Allí decidí irme de mi casa, pero nunca pude, hasta hoy no pude. Siempre lo pienso, y me pregunto ¿por qué nunca puedo?

Esa y otras perlas me marcaron mucho, me dejaron muchos miedos e inseguridades, sobretodo mucha tristeza, a pesar del “gran potencial” que me atribuían alrededor. ¿Cómo era posible que tanta gente me viera virtudes que a mis padres les resultaban incómodas? A mi todo eso me sonaba a palabras sin sentido.

Pero había que hacer la tarea. Y eché mano de aquellos planes que estaban en mi agenda cuando yo tenía 22 años. La adaptación a los 26 dio un resultado muy similar. Me seguían sonando a la oración trillada que no es indispensable para vivir bien. Es que he visto a tanta gente vivir de “ese” futuro haciendo basura su presente y siendo tan infeliz, que buscaré evitarlo hasta que me muera.

Igual me detuve a pensar si debía o no debía tenerlos, renovarlos y/o seguirlos. No solo por el hecho de ser el bicho raro de la clase, sino por esa concreción de mi norte (de hecho, lo tengo, pero no depende de cosas materiales).

Lo peor de todo es que no termine de cerrar ese conflicto cuando llegaron los “mass media” y el terrible “over thirties”

Continuará…

1 comentario:

El Doc dijo...

Tener planes no es malo, querida Catársis. Te entiendo, en estos momentos yo ando en una propia operación de revaluación de mis propios planes. Lo importante no es sólo tenerlos, sino darles la importancia necesaria, que no significa obligarse a ellos pero tampoco olvidarse de ellos.

Los planes son eso: planes. No son contratos. Ahora bien, no significa que los podamos violar como a señoritas trabajadoras de la noche, sino que deben estar allí como referencia de los pasos. No alejarnos mucho, pero no estresarnos si algo no se cumple. Al fin y al cabo, la otra parte de la vida consiste en la flexibilidad y la adaptabilidad, y para eso hasta los planes se pueden modificar.

Y lo más importante: planes no es sólo "logros". No es un escalafón, no es una lista de cosas que queremos tener. Los planes van más allá, hacia las cosas que nos harían sentir realizados. A veces, pueden coincidir con logros materiales, profesionales, académicos o familiares. A veces son más etéreos y tienen significado sólo para nosotros. Pero lo importante es tenerlos como punto de referencia: la vida, muchas veces, se encarga de mandarnos, como bolas de billar, por toda la mesa, no necesariamente en la dirección en la que queremos avanzar, y sin una voluntad activa de retomar nuestro rumbo, podemos terminar por cualquier camino y darnos cuenta, años después, de que no necesariamente avanzamos en lo que considerábamos importante.

En eso consiste la sabiduría del realmente fuerte: es flexible a los cambios, manteniendo las raíces fijas en la tierra y creciendo continuamente.

¡Muchos éxitos en tu readaptación de planes!