jueves, agosto 31, 2006
¿Great Place to Work?
Una de las cosas que aún no termino de entender es porque, en la actualidad, luchar por vivir bien te quita precisamente tiempo para ello.
Cuando estaba en la universidad, tenía todo el tiempo del mundo, o por lo menos más que ahora, pero no tenía dinero. En cambio, hoy que trabajo y tengo algo en el bolsillo para hacer lo que me gusta, no tengo tiempo. Y si por allí me hago de un espacio libre, inmediatamente el trabajo se encargará de ocuparlo.
Recordar a aquella amiga que trabajaba de 7am a 1am y que ahora no quiere saber nada de su profesión; o a aquel otro amigo que hoy está en Jaén y no sabe cuándo va a regresar, y que ya perdió el curso para su titulación; o a aquel otro que recibe llamadas a las 3am para seguir a tal o cual persona; o a aquel que estudió conmigo en la universidad y ahora patea latas, en el mejor de los casos es cajero de un banco; o a mí misma que perdí tres ciclos de inglés también por un viaje originado por falta de planeación; me escarapela el cuerpo.
En esas circunstancias, no sorprende que en menos de un año haya trabajado en cuatro lugares distintos en busca del ansiado “great place to work” (GPTW)
¿Les suena idealista?
Lo sé, pero una buena parte de mí también lo es.
En este proceso me he encontrado todo tipo de jefes y compañeros: los sensibles a los que no se les puede decir nada sin que sientan vulnerada su autoridad, los definitivamente ineptos, los engreídos que no pueden escuchar una buena propuesta sin creer que se les quiere serruchar el piso y las envidiosas saboteadoras (coloco género femenino, porque esas son las peores).
Todos con sus frases célebres “no puedes venir a decirme cómo debo hacer las cosas”, “quién te crees que eres”, “quedarse todos los días de 8am a 10pm demuestra tu compromiso con la empresa”, “te vas a las seis, ¿estás desmotivada?”, “esto tiene que estar para ayer” (para que luego duerma durante días en su escritorio),etc.
Todos con sus grandes ideas que se gestan a partir de la hora de salida, como si su reloj mental activara sus cerebros cuando uno lo está desconectando para irse a estudiar, al gimnasio, al cine o a rascarse la panza en su casa (con todo el derecho del mundo).
Por otro lado, no puedo olvidar al trabajador promedio. Aquel que por necesidad, costumbre o flojera de entrar en conflicto (estos son los que me estresan completamente), le sigue la corriente a esta horda de explotadores que no toma conciencia de que la oficina no es un fundo y que contratar personas no es comprar vidas.
Este drama es como la historia del huevo y la gallina. ¿Quién fue primero? No lo sé, pero día a día hacen crecer la bola de nieve a escalas enormes y cada vez se hace más difícil encontrar un poco de dignidad en la oficina.
¿A que viene todo esto?
Simple. Hace poco menos de un mes, empecé a laborar en una linda oficina cerca de mi casa y aunque dentro de todo se respira “buen ambiente” aún me encuentro analizando si este lugar encaja conmigo y si yo encajo en él, o sea si es mi GPTW. Es que después de tantas desilusiones me he vuelto más bien reacia a confiar en las virtudes y/o ventajas de las nuevas experiencias.
Como siempre, el tiempo tendrá la última palabra.
domingo, agosto 27, 2006
Cerramos el wawawasi... ¿o no?
A propósito de la historia de "el primo" vino a mi mente otro de mis karmas románticos: encontrarme ultimamente envuelta en "relaciones" con chicos más jóvenes.
Parece que el inicio de las versiones de "mayor que yo", en el ares figuran hasta seis, definitivamente marcaron algo en los astros que rigen mi "destino" (sea lo que sea que esto signifique).
Después de que este atrevido jovencito de 23 años manifestara algún tipo de interés, a los tres meses apareció uno de 21, con quién también hubo una historia trunca, y luego de tres meses más, lo más escandaloso, un chico de 19. Plop!
¿Cómo lo hace? ¿Cuál es el negocio?
Sinceramente, no lo sé. Incluso admito que es urgente ubicar cómo es que se genera el interés, para ver si se puede evitar de alguna manera.
En lo personal, reconozco que a veces salir con gente de mi edad me resulta aburrido, tanto hombres como mujeres. Los mismos temas, la misma rutina, sentados bebiendo en alguna casa o pub, hablando de la misma gente.
Por eso comencé a salir con mi prima de 18 años y era definitivamente otra cosa. Más pilas, más desenvuelta, más libre. Poco a poco me fue presentando a sus amigos, algunos de su edad, la mayoría mayores. Los cuáles siempre me preguntaban ¿Qué estudias?.
Al principio me parecía simpático. A qué mujer no se le eleva el ego cuando le dicen "pareces de 22 o 20 años" cuando en realidad tienes varios más. Pero creo que de hecho, una no se imagina estableciendo una relación con tantas diferencias. Tal vez al principio no se noten, pero tarde o temprano lo harán.
Sin embargo, uno de estos jovencitos, el de 21, definitivamente me movió el piso. A pesar de aquella historia trunca, aún somos amigos y eso es demasiada tentación.
Amigo de un amigo de otro amigo. Así lo conocí. Varias salidas en grupo nos acercaron y el chat madrugador, siempre la tecnología de por medio, nos hizo descubrir que teníamos muchas cosas en común. La verdad es que me hacía recordar a mí cuando tenía su edad.
Asumí el papel de la hermana mayor y me interesé por aconsejarlo en todo lo que podía. Tal vez compartir información que a mi me hubiera sido de gran utilidad en el momento en el que él se encuentra. Es un chico con muchos proyectos e intereses y eso me resulta absolutamente estimulante.
Todo cambió cuando en una de nuestras salidas me dijo que quería salir conmigo en otro plan. Sinceramente me cogió de sorpresa. Aún así decidí procesar el asunto, pero se enfrió pronto. Al poco tiempo retomamos contacto como amigos y poco a poco nos re-involucramos en nuestras actividades compartidas. Obviamente, solo desde el chat.
Hace dos semanas, por uno de estos proyectos, nos volvimos a ver. Y aunque al principio traté exclusivamente nuestra agenda, no pude evitar tomar conciencia de que aún me seguía pareciendo muy interesante.
Ahora, esto me pone en una encrucijada tremenda, porque me obliga a enfrentar nuevamente la lucha con mis propios reparos y, como es común en estos casos, no tengo nada claro en absoluto.
Se aceptan sugerencias.
lunes, agosto 21, 2006
Esos reencuentros familiares
Sábado de diciembre, siete de la noche. Salía de la peluquería, con cepillado, manicure, pedicure, tarde de sauna, maquillaje, y todo el ritual que supone alistarse para un matrimonio.
Para variar, la sesión tomó más tiempo del necesario y llegué tarde a la ceremonia. Entonces solo quedaba terminar adecuadamente el proceso y aparecer en la fiesta.
Gracias a mi retraso, llegué sola. Así debía darle el encuentro a toda la familia que ya se encontraba celebrando el dichoso 50 aniversario de bodas. "Tanto rollo para qué" pensé. A fin de cuentas, no había nada interesante en el lugar.
De pronto, divisé entre la multitud una espalda conocida. Era mi sobrino de 22 años, enternadito, con aire de niño travieso y con una cerveza en la mano. Entonces recordé que un año atrás lo encontré también en otra reunión familiar después de casi 14 años. El gordito antipático que no me dejaba jugar en paz, ahora estaba bastante "fuertecito".
"Bueno, reconocer al César lo del César no me parece ningún pecado y, por último, opinar sobre el menú no implica ordenar el plato", pensé también.
Varias horas de baile nos permitieron conversar lo suficiente para ponernos al corriente de nuestras vidas y de las de sus padres, mis primos. Cuando tomé conciencia del tiempo que había pasado, eran casi las cinco de la mañana.
Las copas habían surtido efecto en él y empezó a decirme que aquella vez, cuando me vió el año anterior, se quedó con ganas de darme un beso. Así de lanza, sin anestecia :S Incluso afirmó que él sabía que yo también quería, que lo había visto en mi mirada. Válgame Dios!!! Qué insolencia!!!
Enfurecí completamente, pero sonreía mientras trataba de encontrar la manera de "responderle". Obviamente no me iba a comportar como una nena cucufata, ni le iba a recitar las mil y un razones por las cuales su floro era una roca completa, ni mucho menos a hacer un escándalo.
Decidí darle de su propia medicina. Beso quiere, beso tendrá. Lo besé. El movimiento preciso, en el momento preciso, con la discreción precisa. Fue completamente estratégico. Luego, ante su estupor, me fui del lugar.
A la mañana siguiente, estaba bastante avergonzada pero en el fondo satisfecha porque supuestamente le había dado una lección... hasta que sonó el teléfono. No fue una, ni dos, sino innumerables llamadas repartidas durante la semana. Ante tanta insistencia decidí contestar, sobretodo porque estaba a punto de salir de la ciudad y no se daría la oportunidad de volver a vernos a corto plazo. Esta vez si iba dispuesta a recitar las mil y un razones.
Otra vez falló la estrategia. Durante todo mi viaje tenía llamadas, mensajitos, chat, hasta amenazó con aparecerse en la simpática provincia. El tiro me salió por la culata, completamente.
A mi regreso, luego de casi un mes, apareció en mi casa con el pretexto de otra reunión familiar y, bueno, cómo me sentía excesivamente culpable empezamos a vernos algo más seguido.
Mi siguiente estrategia fue: "haré que me deteste". Wrong again! Eso alimentó su masoquista interés. Socorro!!! ¿Cómo resolvía el asunto? Osea, una cosa es opinar que el chico haya crecido bonito y otra muy distinta que saliera de la manito con él. Era impensable!
Opté por tomar distancia y parecía que había funcionado. El muchacho había entendido el mensaje. Ya sólo me lo encontraba en el chat, pero siempre salían sus comentarios "coquetos", por decir lo menos: "Cuándo nos vemos", "Qué guapa sales en la foto", "¿me extrañas?", entre otros. Yo no respondía.
Lo más sinverguenza del asunto es que sus comentarios continuaron hasta hace pocas semanas, que descubrí por esos azares del destino que el niño había embarazado a una jovencita de 19 años y que en tres meses (saquen su cuenta) se estrena como papá.
Esteeeeeeeeee.... ¿Qué hubiera pasado si me creía toda ese floro barato?
Dos opciones: o me ponían unos cuernos impresionantes o terminaba yo con mi "regalito", incesto de por medio.
Uffff... que afortunada me siento de tomar siempre en cuenta aquel, tal vez cruel pero muy cierto, refrán...
"Piensa mal y acertarás".
Para variar, la sesión tomó más tiempo del necesario y llegué tarde a la ceremonia. Entonces solo quedaba terminar adecuadamente el proceso y aparecer en la fiesta.
Gracias a mi retraso, llegué sola. Así debía darle el encuentro a toda la familia que ya se encontraba celebrando el dichoso 50 aniversario de bodas. "Tanto rollo para qué" pensé. A fin de cuentas, no había nada interesante en el lugar.
De pronto, divisé entre la multitud una espalda conocida. Era mi sobrino de 22 años, enternadito, con aire de niño travieso y con una cerveza en la mano. Entonces recordé que un año atrás lo encontré también en otra reunión familiar después de casi 14 años. El gordito antipático que no me dejaba jugar en paz, ahora estaba bastante "fuertecito".
"Bueno, reconocer al César lo del César no me parece ningún pecado y, por último, opinar sobre el menú no implica ordenar el plato", pensé también.
Varias horas de baile nos permitieron conversar lo suficiente para ponernos al corriente de nuestras vidas y de las de sus padres, mis primos. Cuando tomé conciencia del tiempo que había pasado, eran casi las cinco de la mañana.
Las copas habían surtido efecto en él y empezó a decirme que aquella vez, cuando me vió el año anterior, se quedó con ganas de darme un beso. Así de lanza, sin anestecia :S Incluso afirmó que él sabía que yo también quería, que lo había visto en mi mirada. Válgame Dios!!! Qué insolencia!!!
Enfurecí completamente, pero sonreía mientras trataba de encontrar la manera de "responderle". Obviamente no me iba a comportar como una nena cucufata, ni le iba a recitar las mil y un razones por las cuales su floro era una roca completa, ni mucho menos a hacer un escándalo.
Decidí darle de su propia medicina. Beso quiere, beso tendrá. Lo besé. El movimiento preciso, en el momento preciso, con la discreción precisa. Fue completamente estratégico. Luego, ante su estupor, me fui del lugar.
A la mañana siguiente, estaba bastante avergonzada pero en el fondo satisfecha porque supuestamente le había dado una lección... hasta que sonó el teléfono. No fue una, ni dos, sino innumerables llamadas repartidas durante la semana. Ante tanta insistencia decidí contestar, sobretodo porque estaba a punto de salir de la ciudad y no se daría la oportunidad de volver a vernos a corto plazo. Esta vez si iba dispuesta a recitar las mil y un razones.
Otra vez falló la estrategia. Durante todo mi viaje tenía llamadas, mensajitos, chat, hasta amenazó con aparecerse en la simpática provincia. El tiro me salió por la culata, completamente.
A mi regreso, luego de casi un mes, apareció en mi casa con el pretexto de otra reunión familiar y, bueno, cómo me sentía excesivamente culpable empezamos a vernos algo más seguido.
Mi siguiente estrategia fue: "haré que me deteste". Wrong again! Eso alimentó su masoquista interés. Socorro!!! ¿Cómo resolvía el asunto? Osea, una cosa es opinar que el chico haya crecido bonito y otra muy distinta que saliera de la manito con él. Era impensable!
Opté por tomar distancia y parecía que había funcionado. El muchacho había entendido el mensaje. Ya sólo me lo encontraba en el chat, pero siempre salían sus comentarios "coquetos", por decir lo menos: "Cuándo nos vemos", "Qué guapa sales en la foto", "¿me extrañas?", entre otros. Yo no respondía.
Lo más sinverguenza del asunto es que sus comentarios continuaron hasta hace pocas semanas, que descubrí por esos azares del destino que el niño había embarazado a una jovencita de 19 años y que en tres meses (saquen su cuenta) se estrena como papá.
Esteeeeeeeeee.... ¿Qué hubiera pasado si me creía toda ese floro barato?
Dos opciones: o me ponían unos cuernos impresionantes o terminaba yo con mi "regalito", incesto de por medio.
Uffff... que afortunada me siento de tomar siempre en cuenta aquel, tal vez cruel pero muy cierto, refrán...
"Piensa mal y acertarás".
viernes, agosto 18, 2006
Ahora resulta que no soy el amor de su vida
Y no es que me ofenda mucho, de verdad. Sólo que después de tanto tiempo, y de tantas cosas, nunca pensé que nuestra relación terminara como terminó.
La historia se remonta al lejano 1997, donde dos jovencitos se conocieron en la universidad (vaya, que novedad!) y a fuerza de mucha persistencia de aquel simpático muchacho, mayor que yo por tan solo dos meses, fuimos enamorados (es que entonces yo andaba en otra onda).
Mentiría si digo que no fui feliz. De hecho me enamoré hasta los huesos. Así como se suele enamorar una cuando tiene 17 años. Al principio fue dificil: mi hiperactividad lo estresaba. "Estoy cansado de ser un punto más en tu agenda!", dijo una vez, y fue suficiente para que empezara a tomar conciencia de qué cosa era tener una relación, sobretodo cuando ya teníamos siete meses juntos.
A partir de allí, para bien o para mal, se convirtió en mi centro, mi vida, mi pasión, mi todo. Sin que eso signifique que hubiera abandonado todo lo demás, pero él era la "primerísima prioridad uno". Se lo había ganado. Nunca me sentí tan querida, debo admitirlo.
Así pasaron tres años, en los que se mantuvieron las tensiones iniciales. Él siempre reclamando atención, yo siempre procurando mi espacio, con peleas, rompimientos pasajeros y, por supuesto, reconciliaciones. En ese lapso supo ser el mejor apoyo y la más dificil traba, pero ¿no sucede eso con la gente que se ama?.
El hecho es que hoy apareció en el messenger después de dos años. Yo supongo que en el intervalo me bloqueó o algo así. Nuestra historia no terminó bien, y aunque eso no tuvo nada que ver con los tres años que mencioné, definitivamente influyó en lo que somos ahora.
De pronto colocó la dirección de su blog como nick, y yo la visité, como era de esperarse. Encontré artículos bastante predecibles sobre música y algunos temas de actualidad. Si pues, lo conozco lo suficiente para saber sobre qué podría escribir (y supongo que él también), y luego de una ligera revisión encontré un post que titulaba "te quiero", que tenía como imagen el escudo del equipo de fútbol del cual es hincha, con un texto que decía así:
"Si me preguntas a qué o quién le has dedicado más afecto, pasión y sentimiento (excluyendo a la familia que es tu sangre y por tanto juega con ventaja), la respuesta es una sola. Por eso es que, en momentos en que aún no conozco a la mujer que ocupe ese lugar, no tengo ambajes en señalar que es "el amor de mi vida"."
Ploooooooooooooooooooooooooooop!!!!!!!
¿Es posible que un hombre de 26 años escriba algo así?
En fin.
Es claro que a estas alturas de mi vida, no se generó una herida profunda, pero si una gran incógnita. ¿Si tu primera relación de verdad no es el amor de tu vida, entonces cuál es?.
Osea, yo podría ennoviarme y casarme ahora con un hombre espectacular, pero no estoy segura si sería el hombre de mi vida. A esta edad no es posible dedicar tanto tiempo y, sobre todo, tener la experiencia de crecer juntos, como para involucrarse a ese nivel con una persona.
Es probable que también sea una cuestión de ego. En mis palabras, Él es "el novio" y al parecer yo no entro en esa categoría para él. Aunque tampoco es tiempo para preguntar ¿no?.
De todas formas, aquel hallazgo vespertino hizo algo productivo el día de hoy. Fue motivo para volver a compartir algunas líneas en la red y retomar este espacio que tenía mucho tiempo abandonado.
Gracias amor.
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