Desde inicios de año, la maternidad es un tema que ha estado mucho más presente en mi vida que en cualquier otra época. Además de tener las pruebas de una explosión demográfica en esta ciudad en la punta de la nariz, (sólo hace falta caminar una tres cuadras en lugares concurridos para registrar innumerables “panzonas” y nadie podrá decirme es una cuestión subjetiva producto de mi sensibilidad) algunas de estas “pruebas andantes” decidieron tocar la puerta.
Hace un par de semanas estuve en el baby shower de una de mis mejores amigas de años pasados. Hace un mes aprox, me enteré que otra chica de ese mismo grupo también se encontraba en estado embarazoso. Con lo cual la única fémina de ese grupo sin bebe concebido, ni siquiera en el imaginario mental, era yo.
Algunos recordarán que cuando me leí las cartas a fines del año pasado, la “bruja” no tuvo ninguna delicadeza en sentenciar “quedarás embarazada en Febrero". Lo que no saben es que, a pesar de no vivir regida por este tipo de afirmaciones, el tema me tuvo con cierta paranoia.
En febrero tuve un “accidente” que me estresó lo suficiente, tal vez porque ni siquiera pude tomar medidas de emergencia, como para hacerme ir a la clínica por la dichosa sub unidad beta. Sudé frío. Sobretodo porque además de preguntarme por mí (que estaba aterrada) y por el cachorro, que hasta el momento fueron las únicas personas en las que pensaría en una situación como esa, estaba preocupada por el papá.
Afortunadamente salió negativo y eso me liberó de una serie de rollos que tengo (tenía) al respecto, luego de cinco años de “independencia” masculina, por así decirlo.
Hace algunas semanas mi mejor amiga me confesó que estaba esperando un bebé. Es increíble cómo desde entonces mi perspectiva hacia el tema cambió, a decir verdad bastante. Me sorprendí ilusionada pensando en el nacimiento de la nena (género que mi “visión” me permitió inferir). Seríamos un trío. Tal vez no tendría primos en el corto plazo, pero como buena tía me encargaría de mantenerla entretenida.
Estuve pensando en algún momento qué cosas le compraría para el baby shower y sobretodo qué otras cuando se instalara en esta parte del mundo. Le hablaba, obviamente, ante la mirada atónita de la madre que a pesar de conocer mi lado “dulce y preocupado” nunca había sido testigo de tanta ternura, y menos en una situación como aquella.
Esta semana tuve el segundo ataque de paranoia justificado. Sí, el segundo. Nos sorprendió otro “accidente” con el cual si me arriesgué a tomar medidas, con cargo a tener pésimas reacciones, entre ellas la ineficacia del producto. El proceso no se dio como siempre (si, si. Tampoco era la primera vez que tomaba ese tratamiento) y me estresé.
Así, aproveché el almuerzo del día jueves para ir a laboratorio nuevamente por la prueba en cuestión. Mi actitud me sorprendió a mí misma. Bueno, ese sería el cuarto examen de aquellos que me tomo a lo largo de mi vida. El primero fue a los 20 años, y las cosas han cambiado lo suficiente como para que “ser madre” no sea tan traumático (aunque no deje de serlo). “Que sea lo que Dios quiera” era la consigna.
Tal vez pensaba que sí se cumpliría nuestro sueño de juntarnos un domingo a almorzar en familia. Cada una con su retoño y prepararles brownies mientras ellas harían alguna travesura.
Negativo. Primero el examen y luego el cuerpo se encargaron de evidenciarlo. La sensación de alivio fue distinta: tal vez porque ya no lo sentía como EL problema, sino solo como una situación de re-acomodo. Igual me sentí tranquila de no alterar el statu quo todavía. De hecho, estoy a punto de tomar medidas al respecto. Uno más de estos sustos y terminaré inconsciente en alguna clínica.
Pero… el sueño de los brownies se esfumaría definitivamente. Ahora ni siquiera seremos tres. Hace poco menos de una hora me enteré que la naturaleza decidió privarnos de la tercera integrante y debo confesar que la noticia me deja con mucha pena.
Lo curioso es que aún sin haber nacido me regaló algo muy importante. Me ayudó a encontrar mi actitud de madre. A no dejarla en una simple atracción hacia los niños, que tengo desde muy joven; sino a saber que soy capaz de ver, así no se encuentren actualmente en mis planes, a “mis cachorritos” como personitas que esperan y necesitan de mí.
Gracias angelito, que estés con Dios.